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10 03 07

El precariado monstruo

Traducción de Marcelo Expósito, revisada por Joaquín Barriendos

Gerald Raunig

“Hoy, la MayDay es un proceso autónomo, una red dentro de la cual actúan muchos colectivos y subjetividades diversas en toda Europa, a partir de los diversos niveles de contradicción que se viven territorialmente, pero todas con el interés común de exigir una renta de ciudadanía universal y el de una práctica radical alternativa a la de los sindicatos y los partidos de izquierda. La MayDay es mucho más que una serie simultánea de 'desfiles', es un proceso recompositivo y constituyente del nuevo proletariado posfordista (...) Para mí, el precariado no está hecho sólo de seres egoístas, ni simplemente de individuos (...) Al contrario, la recomposición revolucionaria de los sujetos se está dando un poco por todas partes, en términos de construcción del común” (Antonio Negri, Goodbye Mr. Socialism).

 
Como suele suceder con la diseminación y el desarrollo de nuevos términos, la expansión explosiva del campo conceptual precariedad/precarización/precariado[1] en años recientes ha llevado a una confusión considerable. Apenas sorprende que, en el curso del surgimiento del movimiento social (para el cual este campo conceptual se ha convertido en la referencia más importante) haya habido diferentes y repetidas evaluaciones de los términos centrales, así como desplazamientos de significado dependiendo del contexto social, geográfico y temporal. Incluso en el contexto de movilización del movimiento EuroMayDay se ha requerido y aún se requiere un proceso intensivo de intercambio que asegure una diferenciación precisa y razonable de dicho campo conceptual. Y si bien las manifestaciones EuroMayDay celebradas en muchas ciudades europeas en años recientes han renovado la práctica resistente del Primero de Mayo, el proceso que las ha acompañado ha de verse no sólo como el intento de organizar políticamente a los precarios y precarias, sino también –antes y más allá de ello– como campañas de información sobre cuestiones de precarización, como instrumentos de producción de conocimiento colectivo, como investigación militante sobre los modos contemporáneos de vivir y trabajar.

Durante la última década se han desarrollado en toda Europa debates cada vez más intensos, los cuales expanden las manifestaciones, en tanto que acontecimientos, hacia discusiones, grupos de autoformación, investigaciones, encuestas y publicaciones de izquierda u otro tipo; todo ello ha logrado construir un discurso diferenciado sobre los conceptos centrales, pero sin buscar una definición rígida de los términos[2].

Algunas líneas importantes de este debate han sugerido frenar la identificación abiertamente entusiasta así como las generalizaciones prematuras respecto al sentido del concepto precariedad. En este sentido, las estrechas fronteras geográficas e históricas que delimitan el discurso de la precarización se han puesto en cuestión, por ejemplo, desde una perspectiva de género y desde la crítica a su eurocentrismo[3]. Enfocada de tal manera, la precariedad no ha de aparecer como un nuevo fenómeno; el fordismo podría considerarse como el fenómeno “occidental” excepcional del siglo XX que hizo invisible la precariedad, o la mantuvo como excepción, sólo en un cierto ámbito[4]. A la inversa, parece urgente examinar con más detalle las nuevas formas de trabajo inmaterial, cognitivo y afectivo en sus continuidades y discontinuidades en tanto que componentes del capitalismo posfordista[5]. Las discusiones sobre los modos precarios de subjetivación, los cuales trascienden los discursos victimistas mediante el enfoque sobre la autonomía de las migraciones[6], han sentado una base para garantizar que las formas de precarización extremadamente diversas no vean ahogadas sus diferencias y jerarquías en una precaria amalgama. Al mismo tiempo, se ha visto con claridad el sinsentido de establecer una rígida distinción entre autodeterminación y determinación externa de la precariedad, así como el de hablar de precariedad de lujo y precarización sin privilegios, identificando la primera con la “clase creativa” –los “intellos precaires” [intelectuales precarios] o la “bohemia digital”– y la última con las personas migrantes y sin papeles. Así como la compleja situación que se da en todas estas áreas sugiere la necesidad de establecer conexiones entre formas suaves de autoprecarización y rígidas formas represivas de disciplina laboral[7], también se trata de un escenario que hace posibles nuevos modos de subjetivación[8]. Empero, si la precarización también significa al mismo tiempo subjetivación y múltiple sujeción, parece tener poco sentido hablar de “las personas precarizadas”. En lugar de la victimización lingüísticamente inherente al uso de esa forma pasiva, el término “los precarios y las precarias” parece corresponderse más con la ambivalente situación. Y ello ha permitido en último término abrir aún más la determinación economicista que imponía el enfoque exclusivo sobre la precarización laboral, de forma que, valiéndonos de teorías como las de Judith Butler, Antonio Negri o Paolo Virno, podemos también examinar con mayor amplitud la precarización de la vida.

 
El “precariado disociado”

Mientras que la conceptualización de la precarización, la precariedad y el precariado se ha hecho cada vez más intensa, condensándose en discursos cercanos al movimiento, su difusión en otros campos ha tenido, por lo que parece, menos éxito. El ejemplo más obvio sobre la falta de difusión del discurso izquierdista sobre la precarización parece ser el de los debates deplorables sobre un “precariado disociado” [abgehängtes Prekariat] que han provocado una gran confusión conceptual al extenderse ampliamente en la prensa dominante de lengua alemana durante el otoño de 2006. Esta ola de desinformación y denuncia comenzó con las reacciones a un estudio dirigido por la empresa de investigación de mercados TNS Infratest por encargo de la Friedrich Ebert Foundation, asociada al SPD (Partido Socialdemócrata alemán), y a la identificación y clasificación que en el estudio se hacía de un “precariado disociado”[9]. El estudio, crudamente formulado, separaba a los “alemanes” (categoría que excluía a la población sin derecho a voto) en nueve tipos políticos, identificando al “precariado disociado” con la novena y última etapa de esta tipología. El debate subsiguiente, caracterizado por el portavoz del SPD como “un debate sobre las clases bajas”, no excluyó obviedades ni resquemores reaccionarios; este debate tuvo un fuerte impacto no sólo en el campo político sino también en contextos académicos e intelectuales.

La rápida asunción de esa familia de términos relativos a las personas precarias en la prensa dominante alemana ignoró el debate de izquierda descrito al inicio, enraizándose en una ambigua popularización del discurso de las ciencias sociales académicas sobre la precarización, especialmente proveniente de Francia. En la versión alemana de esta radical reducción de los términos, sin embargo, el grupo que se indentificaba como precariado no sólo quedaba fijado --como suele suceder en las ciencias sociales-- a un rol de objeto de análisis y víctima: el debate sobre el estudio de TNS Infratest fue más allá, construyendo una nueva cualidad de lumpenproletariado excluido de toda capacidad de agencia política. Lo que Marx y Engels describieron una vez como “este pudrimiento pasivo de las clases más bajas de la vieja sociedad”, ahora ya no se describe, en tanto que lumpenproletariado precario, como pasivo y empujado a la precariedad, sino al contrario --y de manera especialmente pérfida-- como un agente victimista de su propia autoexclusión. El debate no tocaba ninguna de las prácticas de exclusión que se aplican a la mayoría de la sociedad, sino que, como afirma críticamente Isabell Lorey, tocaba solamente aquellas formas de supuesta autoexclusión de las que se culpa a los propios excluidos: “En este discurso que tiene lugar en artículos de la prensa burguesa el concepto 'precariado' se entrelaza por vez primera y de manera negativa con la idea neoliberal de una existencia de perdedor elegida para sí. Ninguna mención a las formas de rechazo resistente, sino, en su lugar, categorización de las personas que deben ser sujetas a un creciente control estatal debido a una irresponsable responsabilidad de sí mismos, dado que, obviamente, tales personas no se dejan gobernar neoliberalmente”[10].

Esta exclusión discursiva continuada y la denunciada figura de una imputada autoexclusión se pueden observar como malentendidos igualmente intencionados y eficaces por parte del sistema normalizador dominante, como una estratificación sociopolítica que el centro de la sociedad necesita con el fin de reconstituirse. Empero, se puede interpretar, a la inversa, como una necesidad defensiva, una defensa que se hace necesaria por la emergencia de un nuevo monstruo. Este monstruo tiene por nombre precariado; su modelo histórico, de apariencia terrible, es el gigante proletariado.

 
Il precariato si ribella

Lo que sigue a continuación es un intento de conceptualizar de una manera diferente la noción de precariado; un intento que consistirá no tanto en construir una genealogía etimológica o teorética[11], sino más bien en seguir el desarrollo de cierta terminología al interior del movimiento que se ha formado a su alrededor en años recientes.

En la fase preparatoria de la contracumbre con motivo de la reunión del G-8 en Génova en 2001, un grupo asociado al colectivo mediactivista Chainworkers de Milán organizó la primera MayDay Parade; en aquella tarde del Primero de Mayo de 2001 participaron unas 500 personas adoptando algunas de las por entonces recientes formas de manifestación no representacionista[12] características del movimiento global, de Reclaim de Streets y de las Gay Pride Parades. Vinculándose a los wobblies del legendario sindicato estadounidense International Workers of the World, la nueva tradición del Primero de Mayo adoptaba desde el inicio una orientación internacional, buscando atacar la precarización como un problema transnacional. La precarización avanzada en Italia explica los tempranos intentos de organizar y movilizar “la generación de los precarios y precarias” especialmente en Milán, aunque su llamada de “Mayday!”, al tiempo un grito de guerra y una señal de angustia, tuvo pronto eco más allá de las fronteras italianas. En los carteles, flyers y pancartas, sin embargo, el eslogan no era el “Stop Précarieté” [Paremos la precariedad] originalmente utilizado por los trabajadores temporales de los McDonald's franceses en el curso de su campaña de invierno de 2000, sino “Stop al precariato” [Paremos el precariado]. Esta formulación, de alguna manera confusa y ambigua, tenía ciertamente algo que ver con las variadas interpretaciones marxistas de los conceptos históricos de proletariado y clase, que tematizaré más abajo, aunque también, y muy especialmente, con los diferentes significados del actual concepto de precariado en diferentes idiomas. El sufijo -iato en italiano, por ejemplo, es más común que su equivalente alemán, así que la analogía con el concepto de proletariado es mucho menos próxima que en alemán: “salariato” (en italiano; piénsese también en el “salariat” francés) significa aproximadamente el estatuto legalmente definido de trabajo asalariado sobre un trasfondo jurídico y social-institucional; desde esa perspectiva, el “precariato[13] es la cara oculta sin derechos de ese estatuto, que ha de ser combatido, la expansión del cual ha de ser interrumpida.

Muchas cosas cambiaron en 2002. No sólo creció hasta niveles asombrosos la afluencia de participantes en la manifestación –y eso en el año posterior al 11-S y Génova, que normalmente se considera una ruptura problemática, cuando no traumática, en el movimiento antiglobalización– sino que además el eslogan central, por así decirlo, se invirtió. Ya no había ninguna mención a la necesidad de parar el precariado, sino justo lo contrario: “MayDay. Il primo maggio del precariato sociale” [El Primero de Mayo del precariado social]. Un doble giro tuvo lugar aquí: en lo que se refiere al aspecto social, la lucha y la reflexión se expandieron desde el enfoque sobre el trabajo hacia la precarización de la socialidad, de la vida, y, sobre todo, el precariado cambió de algo malo que necesitaba ser evitado a convertirse en una designación de sí. El “precariado social” se convirtió en el término común para designar una muchedumbre multifacética y diversa que no se describía a sí misma como víctima sino como movimiento social. Esta transición semántica concluía un año más tarde, culminando en el eslogan “Il precariato sociale si ribella” [El precariado social se rebela][14]. En 2003 había ya indicios de la diseminación del movimiento, la realización de una movilización transnacional: el desfile se anunciaba como “la parade del precariato europeo”, no sólo porque la precarización se reconocía como un problema transnacional, sino también porque otros colectivos y grupos de otros países europeos se implicaron en el desfile de Milán.

Era casi una consecuencia lógica de esta internacionalización que las transformaciones que dieron forma al EuroMayDay Parade se diesen en 2004 mediante la primera organización simultánea del acontecimiento en Milán y Barcelona. Especialmente en Barcelona se dio una muestra de la nueva composición social: sin papeles y migrantes, autonomistas, activistas políticos de izquierda y sindicatos y partidos de izquierda radical, artivistas, trabajadores y trabajadoras precarias y cognitivas de todo tipo dieron lugar a una manifestación de transversalidad[15]. Y la MayDay devino europea en un sentido transnacional. Encuentros internacionales de la EuroMayDay comenzaron a tener lugar en varias ciudades de Europa, con frecuencia en los márgenes de encuentros de izquierda y foros sociales. Tras el encuentro que tuvo lugar en Berlín en enero de 2005, anunciado como el “encuentro internacional del precariado”, el desfile se expandió progresivamente a través de la región Europa; más recientemente, en 2006, fueron ya veinte las ciudades, aunque con diferentes orientaciones políticas y variable participación.

 
¿Una nueva clase para sí?

 “Las condiciones económicas transformaron primero a la masa de la población del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado a esta masa una situación común, intereses comunes. Así pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero aún no es una clase para sí. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase. Pero la lucha de clase contra clase es una lucha política”[16].

No es por azar que Marx escribiera estas líneas en su respuesta a la Miseria de la filosofía de Proudhon, que más tarde se adaptaron para legitimar el partido leninista como el aparato de Estado que todo lo dirige. La cuestión de la organización continuó siendo una controversia entre el campo comunista y el anarquista a lo largo del pasado siglo. La literatura marxista-leninista, por su parte, redujo rápidamente la lucha y el proceso de constitución de una “clase para sí” a la oposición entre la “clase en sí” y la “clase para sí”. Un amplio grupo social, partes del cual viven en idénticas o similares condiciones, se describía en la cita anterior como “clase en sí”. No obstante, la objetivación empírica de este grupo percibe a los individuos desconectados entre sí e inconscientes de su vínculo común.

El ejemplo clásico del estado de separación en su forma extrema que ni siquiera puede considerarse una clase, de la imposibilidad de intervenir mediante una acción y una lucha comunes, es la de los campesinos parcelarios franceses. Marx escribió en 1852, en El 18 Brumario de Luis Bonaparte: “Los campesinos parcelarios forman una masa inmensa, cuyos individuos viven en idéntica situación, pero sin que entre ellos existan muchas relaciones. Su modo de producción los aísla a unos de otros, en vez de establecer relaciones mutuas entre ellos. Este aislamiento es fomentado por los malos medios de comunicación y por la pobreza de los campesinos”[17]. El campesino parcelario es el paradigma del aislamiento. En esta situación de separación espacial, los campesinos logran el intercambio con la naturaleza, pero no una “relación con la sociedad”. El concepto de “relación” [Verkehr], que Marx comparte con su adversario anarquista individualista de la época, Max Stirner, significa aquí algo más que una fundamentación empírica común de la clase. De la adición arbitraria de unidades semejantes (en la imagen marxiana, muchas patatas metidas en un saco de patatas) no resulta una unión, una organización política. Al contrario, bajo el gobierno populista radical del “segundo Napoleón” Luis Bonaparte, los campesinos parcelarios están condenados al aislamiento y a la separación, a la imposibilidad de relacionarse entre sí y de representarse a sí mismos. Son incluso “incapaces de hacer valer su interés de clase en su propio nombre, ya sea por medio de un parlamento o por medio de una Convención. No pueden representarse, sino que tienen que ser representados”[18].

En contraste, al menos en la específica jerga marxista-leninista, la clase en sí debe convertirse en clase para sí, debe hacerse consciente de la situación común y desarrollar estrategias que vayan más allá de los asuntos locales. Y, sobre todo, debe organizarse a sí misma. Es este aspecto el que distingue en primer término a la clase para sí de la gente cuyos intereses económicos les identifica como clase, pero los cuales aún no comparten nada excepto sus condiciones de vida, quienes aún no pueden encontrar una forma de organización. Desde esta perspectiva, es precisamente la ausencia de relaciones y comunicación entre los campesinos parcelarios, su extremo aislamiento, lo que les hace carecer de la precondición para convertirse en clase para sí, haciendo en apariencia imposible cualquier tipo de “solidaridad de masas”.

 
Multitud y precariado

El gigante dormido del proletariado debe despertar, debe ser despertado mediante la conciencia de clase y el partido. Se corresponde así menos con la figura aislada de los campesinos parcelarios que con el Estado de la clase en sí, la cual debe, mediante la forma correcta de organización, volver a sí, convertirse sencillamente en una clase para sí. Aunque la analogía conceptual con el proletariado parezca obvia, el precariado es, en tanto que movimiento y organización de los precarios y precarias dispersas, en comparación con el proletariado, un monstruo que no duerme. No hay aquí movimiento teleológico desde el sueño hacia la conciencia de clase; tampoco el empiricismo de la clase en sí ni la invocación política de una clase para sí, sino más bien un constante devenir, preguntas, luchas. El precariado se nos aparece entonces no como problema comprensible empíricamente, ni como futuro modelo de salvación. En este sentido, no es en modo alguno simplemente el otro polo de la precariedad, haciendo una analogía, por así decir, con la clase en sí en relación con la clase misma.

Obviamente, el concepto de proletariado no carece sin embargo de ambigüedad. Dos versiones problemáticas del proletariado obsesionan el pensamiento y la acción de mucha gente de izquierda: por una parte están las nociones del marxismo científico que identifican y clasifican un grupo claramente delineado como proletariado; por otra parte está la figura canonizada de la dictadura del proletariado. Aún así, ha habido y todavía existe una noción de proletariado que va más allá de su fijación sociológica y de la teleología política, la cual puede situarse próxima a un devenir social, tal y como se delinea en la imagen del precariado como un monstruo despierto: es aquella noción que conceptualiza al proletariado como la lucha contra su clasificación y fijación siguiendo la lógica de la identidad y la homogeneización[19], aquella a la que Antonio Negri se refiere en la cita inicial de este texto, al señalar el proceso constituyente de un nuevo proletariado posfordista, y que también se formulaba en el manifiesto de la MayDay003: “El precariado es al posfordismo lo que el proletariado fue al fordismo”[20].

Como queda claro en esta genealogía del concepto de precariado en el movimiento EuroMayDay, más allá de las analogías hay diferencias sustanciales entre los conceptos de proletariado y precariado. El proletario como miembro de las clases más bajas, que estaba al servicio del antiguo Estado romano solamente para proporcionar prole, y que es, desde la perspectiva marxista, el trabajador asalariado que no posee los medios de producción, representa una homogeneidad en varios aspectos: esta figura del “ganador de salario” representa una dominante normalizada, tanto como la proletaria “clase para sí” que es el resultado de formas organizativas específicas, los sindicatos y los partidos de masas; más aún, esta clase para sí sólo puede acometer la lucha contra la clase dominante como una clase unificada. La figura del precario, por otra parte, indica difusión, fragilidad, heterogeneidad. El precariado no representa una formación unificada, homogénea, ni tan siquiera ontológica; está dividido y difuso a través de muchos caldos de cultivo, no por debilidad o incapacidad, sino por la discontinuidad con que se produce y distribuye a sí mismo en el espacio. En cierto modo, la separación y aislamiento del campesino parcelario francés se repite, en efecto, en las condiciones posfordistas, y también por tanto la incapacidad de establecer relaciones e intercambio de unos con otros. A este respecto, la precarización conduce más a la competitividad, a la falta de solidaridad y al oportunismo, aun cuando algunos medios de producción y especialmente de comunicación son cada vez más accesibles a círculos más amplios. Pero los modos de existencia en la difusión también albergan el potencial de engendrar concatenaciones de singularidades en lugar de formas de colectivización identitarias y comunitarias. Sea cual sea la forma de concatenación que el precariado asuma o las formas de (auto) organización que desarrolle, el concepto en sí señala la imposibilidad de caer en la uniformidad y en la estructuralización, en los esquemas conceptuales lineales y molares de revolución. Porque el precariado, si es algo, es precario en sí.

El concepto de precariado se vuelve especialmente fructífero a la hora de pensar un acercamiento teórico y político molecular y transversal al concepto de multitud, por la potencialidad de que las singularidades de la multitud se puedan concatenar en el precariado en toda la heterogeneidad y autonomía de sus luchas. Ambos conceptos, multitud y precariado, no deben entenderse como categorías sociológicas, como grupos que hayan de ser empíricamente clasificados, sino como complementarios: es decir, como potencialidad y actualización de la concatenación. De este modo, abren el sociologismo vulgar que se aferra persistentemente al proletariado tanto como lo hace la homogeneización unidimensional que constituye la forma del partido político o del Estado. Si la multitud implica la potencialidad de la concatenación, y el precariado su actualización, ambos conceptos son reales de la misma manera: la potencialidad de la multitud es en tan escasa medida lo opuesto de la realidad como lo es su actualización siempre emergente en la formación del precariado. En ambos conceptos, su máxima expansión no es cuestión de cantidad, aun siendo ésta relevante, sino de cualidad. La multitud se ha de entender, en esta relación, como forma anti-identitaria y potencialidad que no unifica el muchos. No sólo a partir de los textos de Paolo Virno sobre la multitud, entonces, queda claro que este concepto resulta poco adecuado en tanto que concepto normativo, porque hay una ambivalencia inscrita en él la cual se desplaza y puede ser desplazada: tenemos en un polo el desbordamiento y el entrelazamiento de la ansiedad y el miedo (aunque no debemos entender este agenciamiento de la ansiedad y del miedo como una categoría psicológica ni reducirlo a una lucha desesperada por retornar a las condiciones del trabajo asalariado fordista); en el otro polo tenemos la potencialidad de desarrollar un nuevo y terrorífico monstruo.

Mientras que la multitud se puede entender como una condición posible para el desarrollo de lo que hay de común en el proceso abierto de organización difusa, la actualización de este monstruo potencial lleva el nombre de precariado. El precariado –por enfatizarlo de nuevo– no es ni un estado que describa empíricamente a la clase en sí, ni está en función de la teleología de la clase para sí. Es más bien un giro, una lucha, una interrogación. No implica clausura ni homogeneización política ni conceptual, sino el desarrollo de problemas como lo siguientes: ¿cómo puede surgir una forma de organización que fomente el intercambio, la relación entre las diferencias en lugar de unificarlas?, ¿cómo pueden utilizarse nuevos medios de comunicación para este tipo de organización?, ¿cuáles son las formas más allá del Estado, el partido o el sindicato que surgen en difusión, en una difusión no sólo geográfica sino también relativa a los modos y a las localizaciones de la producción? Y de acuerdo con todo ello, ¿cuáles son las máquinas en las que las singularidades se concatenan en lugar de ser colocadas en recipientes identitarios?, ¿de qué tipo es la nueva banda de la multitud que no se actualiza como cohesión homogeneizadora sino como concatenación?


Gracias a Marcelo Expósito, Isabell Lorey, Klaus Neundlinger y al colectivo editorial de Grundrisse. Zeitschrift für linke Theorie und Debatte por sus discusiones y críticas.



[1]Para tener una primera visión general léase el texto de la red Frassanito “Precarious, Precarization, Precariat?” y las entradas “Precarity” (http://en.wikipedia.org/wiki/Precarity) y “Prekariat” (http://de.wikipedia.org/wiki/Prekariat) en Wikipedia en inglés y alemán, respectivamente; sobre la diferenciación de los tres términos en inglés, véase Angela Mitropoulos, “Precari-Us?”, en transversal: precariat, julio de 2004. (http://eipcp.net/transversal/0704/mitropoulos/en).

[2]Véanse por ejemplo los artículos del número precariat publicado en la revista multilingüe del eipcp transversal, citada en la nota anterior (http://eipcp.net/transversal/0704); la revista castellana del EuroMayDay004 (http://metabolik.hacklabs.org/alephandria/txt/periodico_mayday.pdf); el número sobre precariedad del periódico holandés Greenpepper, de 2004; la edición especial de la revista británica Mute que contiene una colección de artículos sobre la precariedad, en sus números 28 y 29, mayo de 2004 (http://www.metamute.org/en/Precarious-Reader); los números de febrero de 2005 (EuroMayDay005: mächtig prekär) y de abril de 2006 (Organisierung der Unorganisierbaren) de Kulturrisse, la revista austriaca para una política cultural democrática radical; el número de la revista belga Politique. Revue de débats de octubre de 2006 (http://politique.eu.org/actualite/43.html); o la compilación de textos publicada para una serie de debates que tuvieron lugar en NGBK, Berlín, en 2006, Prekäre Perspektiven.

[3]Véase kpD (kleines postfordistisches Drama), “La precarización de los productores y productoras culturales y la ausente 'vida buena'”, en transversal: investigación militante, abril de 2006 (http://transform.eipcp.net/transversal/0406/kpd/es) y Angela Mitropoulos, op. cit.

[4]Véase Dirk Hauer, “Strategische Verunsicherung. Zu den identitären Fallstricken der Debatte um prekäre Arbeit” (http://www.labournet.de/diskussion/arbeit/realpolitik/prekaer/hauer2.html), versión abreviada publicada en analyse & kritik - Zeitung für linke Debatte und Praxis, nº 494, 15 de abril de 2005.

[5]Véase Vassilis Tsianos y Dimitris Papadopoulos, “Precariedad: viaje salvaje al corazón del capitalismo corporeizado”, en Brumaria: arte, máquinas, trabajo inmaterial, nº 7, diciembre de 2006; versión online en transversal: máquinas y subjetivación, noviembre de 2006 (http://transform.eipcp.net/transversal/1106/tsianospapadopoulos/es).

[6]Véase “Die Putzfrau war präsent, aber wie sieht sie aus? Interview mit den OrganisatorInnen des Hamburger Euromaydays 2006”, en analyse und kritik - Zeitung für linke Debatte und Praxis, nº 504, 17 de marzo de 2006 (http://www.akweb.de/ak_s/ak504/18.htm); Serhat Karakayali, “Mobilitat und Prekarität als Ressource in den Kämpfen um Migration”, en Prekäre Perspektiven, NGBK, Berlín, 2006, págs. 136-145; Luzenir Caixeta, “Jenseits eines simplen der Beteiligten am Beispiel maiz”, en Kulturrisse, abril de 2006, págs. 22-25.

[7]Véase Gerald Raunig, “La industria creativa como engaño de masas”, en transversal: creativity hypes, febrero de 2007 (http://transform.eipcp.net/transversal/0207/raunig/es).

[8]Brigitta Kuster, “Die eigenwillige Freiwilligkeit der Prekarisierung”, en transversal: precariat, op. cit. (http://eipcp.net/transversal/0704/kuster/de).

[10]Isabell Lorey, “Vom immanenten Widerspruch zur hegemonialen Funktion. Biopolitische Gouvernementalität und Selbst-Prekarisierung von KulturproduzentInnen”, en Gerald Raunig y Ulf Wuggening (eds.), Kritik der Kreativität, Turia+Kant, Viena, 2007.

[11]En el derecho romano, el precarium era el garante de un derecho, “obtenido mediante súplica”, “revocable”, “sujeto a revocación” inapelable. El término ha tenido una presencia creciente en las ciencias sociales en los últimos veinte años. Paralelamente, el extendido término cotidiano que se puede utilizar para cualquier cosa se ha venido mezclando con la precarización del trabajo. Se comenzó a liberar discursivamente esta constricción conceptual hacia el año 2000, especialmente en las corrientes teóricas posoperaístas y posestructuralistas, en dirección a la biopolítica, la precarización social y la vida precaria.

[12] Neologismo habitual del autor: se refiere a las formas de expresividad política que se manifiestan simultáneamente en contra del paradigma de la representación política y de la representación estética: ni representativas ni representacionales [NdT].

[13]Véase Franco Berardi Bifo, “Lavoro Sapere Precarietà”, en transversal: precariat, op. cit. (http://eipcp.net/transversal/0704/bifo/it): “Con la palabra precariado se entiende comúnmente el área del trabajo en la cual (ya) no se pueden definir reglas fijas en lo que se refiere a la relación laboral, al salario, a la duración de la jornada laboral”.

[14]Los carteles y eslóganes de las primeras MayDay Parades se encuentran en el sitio web de Chainworkers (http://chainworkers.org/MAYDAY/index.html).

[15]Véase Gerald Raunig, “La inseguridad vencerá. Activismo contra la precariedad y MayDay Parades”, en transversal: precariat, op. cit. (http://eipcp.net/transversal/0704/raunig/es).

[16]Karl Marx, Miseria de la filosofía, traducción de Martí Soler, Siglo XXI, México, 1987, pág. 120.

[17]Karl Marx, “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, Obras escogidas de Marx y Engels, Tomo II, Ayuso, Madrid, 1975, pág. 318.

[18]Ibídem.

[19]Véanse las relevantes observaciones de John Holloway, aunque también la antedicha cita de Miseria de la filosofía de Marx.

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